¡Qué
curiosa magia encierra la literatura, que es capaz de abstraerte, y sustraerte
del entorno para transportar tu mente, pero también tu cuerpo, a otros lugares,
tan cercanos!
Eso es
exactamente lo que me pasó el otro día en Sydney. Me fui a un simpático
parquecito, entre la Universidad y el Cervantes, a leerme “Los enamoramientos”
de Javier Marías (gracias Poves, Rita, Edu y Colly).
Lo
había empezado un par de días antes de venirme a Sydney y no podía dejarlo a
medias; es de esas novelas que te atrapan por su hábil uso de la intriga pero
principalmente por la interesante visión o visiones sobre el argumento. El
libro no os lo recomiendo porque no puedo permitírmelo, cada uno tiene sus
gustos y a lo mejor hay quien odia a Thomas Mann por mucho que sea premio
Nobel, pero a lo que íbamos:
Estaba
en el parque, después de haberme paseado por la Universidad, que es un sitio
increíble, muy al estilo de los campus británicos o norteamericanos, y de
repente me marché, cerca de la colonia de El Viso, el barrio pijales de Madrid
donde transcurre la historia. Y tampoco era El Viso, sino la evocación que de
él hace Marías.
Cuando
terminé la novela no reconocía los edificios, ni los árboles, ni las gentes.
Por un instante me sentí perdido, hasta que pude recapacitar. Ok, ya estoy
aquí, ¡qué sensación!
De
camino a casa, reflexionaba sobre la importancia de perderse y pensé en lo
recomendable que es salir de casa a un lugar distinto, en el que no hayas
estado más de 3 veces, a leer un libro. Y pasar al menos una hora con él, quizá
terminarlo… Y luego me contáis qué tal la experiencia.
Y por
supuesto, seguid leyendo este blog, que eso sí que lo puedo recomendar, porque
conozco al administrador y es un tío con estilo y un ingenio poco común, aunque esté un poco desaparecido ;)