Ayer salí a tomar algo con unos amigos en uno de los dos únicos locales que están abiertos por la noche en Tetuán.
Conocí a una chica de Barcelona que estudia Humanidades en Sevilla con una beca Séneca y nos pusimos a hablar de las afinidades electivas...
Cuando me contó que vino a Marruecos de vacaciones y lleva ya más de un mes quise saber qué ha encontrado en esta sociedad (la tetuaní, ojo, en Marruecos hay de todo) cerrada y retrógrada para enamorarse de ella hasta el punto de querer buscarse un trabajo aquí.
Y aquí va su explicación: (cito libremente)
- Me marché de Barcelona el año pasado porque quería huir de ese ambiente. En Sevilla el clima social me pareció con diferencia mucho más acogedor; las noches no se pasan en discotecas, sino en itinerancia por pequeños locales o en la calle. Aquí la sensación de libertad es aún mayor. Sí, soy una mujer, y observo ciertas cosas en los modos de la gente que no comparto, pero al mismo tiempo la convivencia cotidiana es más relajada. Las leyes existen pero su aplicación es relativa.
Hoy, de vuelta al trabajo he conversado con uno de mis colegas sobre el tema y su testimonio ha sido de nuevo revelador:
- Yo me fui de Córdoba en el 81 porque odio el plástico y ya por aquel entonces en España sólo se miraba hacia Europa. En Marruecos encontré el espacio para lo natural. Esta sociedad tiene los inconvenientes de una dictadura (aunque Marruecos es una monarquía), pero tiene también todas sus ventajas: los dictadores son tontos, y menos mal, porque en su ignorancia prohíben cualquier tipo de acción política pero no actúan en lo social. Yo soy homosexual y si aquí esto interesa es por puro e intrascendente cotilleo de barrio. En los 70, en Córdoba, pasé 8 años en un movimiento de contracultura que iba más allá del comunismo y que se fundaba en la gente "por derecho" (es decir, honesta). Tras un periodo maravilloso, el movimiento se deshizo por los intereses internos, entraron los aprovechados, los traficantes, los zalameros... Algunos de mis amigos encontraron el camino en el Islam y cuando fui a visitarles, al cabo de varios años, les dije "No os reconozco": ni como contracultura (pues rechazábamos cualquier ideología), ni como musulmanes (pues el integrismo con el que vivían no es lo que yo veo en Marruecos).
Como hoy casi no había trabajo, he charlado con mi colega sobre las paradojas de la democracia, en la que se pretende controlar incluso la libertad y por supuesto las asociaciones y comunitarismos que deriven o puedan derivar de la interacción social libre.
En un mundo en que las fronteras son gigantescas murallas y alambradas electrificadas, el pensamiento, que es inespacial, es sistemáticamente cortocircuitado según crece la amenaza de la globalización.
Mientras, las dictaduras son la esperanza del futuro y en las actuales democracias sólo podemos tener ideas plastificadas.