lunes, mayo 18, 2009

Hebrón - H2

Otro artículo de Marco Mondino en los Territorios Ocupados


La estación de autobuses de Ramala está siempre llena de gente, los autocares amarillos se aparcan uno al lado de otro. Cuando se llega, siempre hay alguien que te pregunta adónde vas y te señala el andén correspondiente. Apenas se cubren todas las plazas, comienza el viaje.
Hoy me encamino hacia Hebrón, estuve allí hace dos años con un proyecto de animación para jóvenes. Voy a visitar a algunos chicos palestinos con los que trabajé.
Llegado a Hebron veo a Haytham, uno de los chicos que trabajan en el centro juvenil y después se nos une Ahmad. Nos tomamos un té con menta, compartimos un plato de hummus y recordamos juntos la experiencia de hace dos años: el trabajo, el espectáculo final de malabares y las noches que pasábamos en los bares tomando cócteles de frutas y fumando el narghilé...
Después hablamos de la situación de Hebrón y basta pasear por la ciudadela para darse cuenta de cómo la presencia de los colonos israelíes dificulta la vida a los ciudadanos palestinos.
Hebrón desde 1997 está dividida en dos partes: la zona H1, que incluye el 80% del territorio y que está bajo control palestino, y la zona H2, que reúne el restante 20% bajo la autoridad israelí. En la zona H1 viven 130.000 palestinos mientras en la zona H2, que incluye también el casco viejo, viven unos 35.000 palestinos y 600 colonos judíos a los que se añade un altísimo número de soldados israelíes que controlan la situación.
En la ciudadela se encuentra la tumba de los patriarcas, lugar sagrado tanto para los judíos como para los musulmanes.
Ahmad y yo nos damos una vuelta por el barrio viejo, que año tras año pierde su vitalidad; muchas tiendas están cerradas y apenas hay turistas. Además, la agresividad de los colonos israelíes y la presencia de los controles dentro de la propia ciudad causan muchos problemas a sus habitantes.
Ahmad me describe cada cosa y me señala las puertas cerradas de muchos edificios que antes eran locales comerciales. Hoy no hay nada. Por ejemplo, un área enorme que antes estaba dedicada al mercado de los viernes se ha convertido en un desierto de polvo donde se aparcan los coches de los colonos y del ejército.

“Esta calle solo la pueden transitar los colonos, yo no puedo entrar, pues los soldados vendrían enseguida, ve si quieres” – me dice Ahmad. Aquí no hay muro alguno, los palestinos saben muy bien dónde pueden ir y donde no, qué calles pueden recorrer y cuáles les están prohibidas. Los colonos son muy agresivos y es mejor no correr el riesgo de haberles lanzado algún objeto. Muchas calles del casco viejo están cubiertas por una red, porque los israelíes que viven en los pisos más altos tiran la basura a los palestinos que pasan bajo sus ventanas.
La página de sucesos se actualiza cada día: hace tan solo una semana, los colonos atacaron una ambulancia de la Medialuna Roja que transportaba un paciente palestino desde el hospital hasta su casa. La ambulancia no logró llegar a la casa del paciente, cercana a una colonia judía y tuvo que volver sobre sus pasos. Ahora se espera que el ejercito firme la autorización para devolver al paciente a su hogar. Mientras camino me para un chaval que vende recuerdos, no es fácil encontrar extranjeros en esta ciudad. A menudo se organizan viajes en los que las asociaciones de activistas israelíes o internacionales muestran la situación interna de la ciudadela y escoltan a los turistas hasta los lugares sagrados de la ciudad. Los comerciantes, cuando ven un extranjero, siempre intentan venderle algo. Al final, tras regatear un poco, compro un llavero de Handala.
Me despido de los chicos y espero de nuevo en el autobús hasta que todos los asientos estén ocupados. Después salimos hacia Ramala. Por suerte, hoy, en el camino de regreso, no hay problemas con los controles.

2 comentarios:

Victor dijo...

:(

Marino dijo...

Que injusto no poder pasear tranquilo por tu tierra...