jueves, septiembre 17, 2009

¿Por qué lo llamamos cultura cuando queremos decir gestión?

En Bruselas, la vida cultural florece y parece que cada día es primavera. Todos los jueves, una revista gratuita, de unas 40 páginas, resume las actividades lúdicas y educativas que se desarrollarán durante la semana.

Además, los cines, centros culturales, asociaciones teatrales y demás entidades producen sus propios programas, que obtienen una difusión más o menos considerable en los “puntos calientes” de la ciudad: museos, salas cinematográficas, galerías de arte, etc.

Hoy he recopilado unos cuantos folletos y me he parado a leer uno de ellos. Es el periódico mensual NOVA; una publicación de 12 páginas a tamaño folio en blanco y negro, en la que se presentan las 8 o 10 actividades que realizarán durante el mes de septiembre.

Me ha sorprendido al leer el editorial (algo que generalmente no hago, pero con las ganas que tengo de aprender francés me leo hasta la etiqueta del champú) una reflexión bastante lúcida sobre la gestión cultural.


NOVA intenta desarrollar el concepto de Slow Promo (parecido al fenómeno Slow food, que consiste en oponerse a la comida rápida a través de la recuperación de alimentos y recetas tradicionales a unos precios que te hacen adorar la comida rápida aunque hayas visto SuperSize Me).

La justificación es que no se puede gastar más dinero en la publicidad que en el propio acto cultural y sobre esto no cabe la menor duda.

La razón verdadera es que los productos culturales que puede ofrecer NOVA, debido probablemente a la escasez de presupuesto, están dedicados a un público de culto (“elitista” al fin y al cabo) y por lo tanto carece de sentido una promoción “para todos los públicos).

El sistema obliga y premia al ratón de biblioteca con sesudas producciones cinematográficas o muestras de arte (a veces mejores y a veces peores), mientras penaliza al ciudadano medio, demasiado ocupado para detenerse a la entrada del cine en el mueble dedicado a los folletos de información cultural.

Ahora, tal y como están las cosas, a ver quién es el guapo que dice, la cultura es para todos, es una cosa democrática y todas esas vainas.

Digamos las cosas como son, la cultura es para el que se interesa (y dentro de la cultura, la música es para el que se interesa, el cine, el arte o la literatura ídem y así todo). Seguramente, mis conocimientos de ingeniería industrial dejen mucho que desear, igual que los conocimientos de italiano de Víctor se limitan a “la sua colechione di maquinini”.

¿Qué hay de malo? ¿No es acaso la vida cuestión de prioridades? O tal vez no.



PD. Iba a añadir una foto pero ya es bastante que me dejen publicar esto robándole el wireless a algún vecino despistao.

3 comentarios:

ana ca_sa dijo...

Por Dios que bien escribes. Me encanta leerte.
Yo pienso que la cultura es para todos o mejor dicho tiene que estar al alcance de todos, luego cada uno se interesará en la faceta que más le convenga o en ninguna. Pero estar debe estar lo mas asequible posible.

Victor dijo...

Es increible como puedes resumir todo mi conocimiento de italiano en una sola frase. Nunca dejas de sorprenderme xD.

A proposito, si quieres te busco una imagen y te la cuelgo.

Respecto al tema, creo que la cuestión de fondo es el objetivo que persigue la persona que se dedica a la cultura, que no es ni mas ni menos que conseguir la mayor difusión de su obra, ofreciendo este un contenido intelectual o artistico que enriquezca a quien lo ve.

Desde ese punto de vista creo que fallan ambas partes, los que tienen el dinero para producir "cultura" y la gente de a pie por su falta de interes y exigencia.

Un saludo!

Zo dijo...

Gracias, muchas gracias...
Me gusta, el objetivo era crear un poco de polémica con la cosa del elitismo, y ahí os he visto.
De todas formas es importante distinguir el que hace la obra y el que se la publica, promueve o expone, porque los objetivos de ambos creo que son muy distintos.
No sé, a lo mejor es una impresión mía.