martes, octubre 28, 2008

Gato Negro



El cristal estaba sucio y a través de el apenas se podía ver con claridad la embarrada calle de la ciudad, mojada incesantemente por la lluvia que caracterizaba el otoño. Era una calle estrecha y oscura, las casas se juntaban unas a otras, todas bajas y ennegrecidas.

Desde su confortable posición vio la figura de su dueña, una anciana encapuchada que sujetaba un saco a sus espaldas.

Cuando la cerradura sonó y la puerta cedió no pudo evitar mirar con sus intensos ojos azules hacia allí, pese a que ya sabía de quien se trataba. Se lamió la pata y se acicaló un poco antes de que su ama entrase.

Bajó de un salto y se acercó a ella, fue a frotarse contra sus piernas, pero al ver las botas manchadas de barro y agua se lo pensó dos veces y se limitó a maullar.

- Quítate de en medio.- Dijo la anciana con voz de pocos amigos.

Dejó el saco un momento para poder quitarse le capa mojada y colgarla de un perchero vacío. Él se acercó curioso hacia el bulto que acababa de llegar y lo olfateó durante unos momentos, no le dio tiempo a mucho más pues la anciana lo apartó de un puntapié a lo que él rechisto con un bufido.

- No molestes a nuestro invitado.

Él no entendía lo que salía de la boca de la mujer, pero el puntapié sí lo había comprendido, así que trató de mantenerse a una distancia prudencial. La mujer apartó una vieja alfombra y abrió una trampilla. Mientras ella se volvía un segundo para coger de nuevo el sacó él aprovecho para bajar corriendo las escaleras.

Había estado allí muchas otras veces, era un lugar húmedo, de paredes de tierra, débilmente iluminado por unas lámparas de aceite. Un olor a sésamo y a incienso lo inundaba todo. Aquel era un lugar espléndido para cazar ratones. En cuanto llegó vio a uno que se entretenía encima de una gran mesa de madera que presidía la sala, todo estaba lleno de extraños símbolos oscuros y rojos, muchos de ellos casi borrados del suelo o los armarios que contenían cientos de frascos.

Se acercó con sigilo a la mesa, buscando el mejor ángulo para saltar y sorprender a su víctima, pero la anciana irrumpió ruidosamente en la sala y el ratón corrió saltando de la mesa, él trato de seguirlo y sus zarpas casi rozaron su rosada cola antes de que consiguiera escapar por una grieta en la pared.

- Como pesa este condenado niño.- Dijo antes de dejar el saco encima de la mesa. Junto a un códice de hojas de pergamino.

Antes de hacer nada más se dirigió a uno de los extremos de la habitación en la que descansaba una gran olla llena de agua. Mientras la anciana se empeñaba en encender los leños que había debajo de ella, él escaló de estantería en estantería hasta llegar a la parte superior de la más alta. Desde allí podía observar con tranquilidad todo lo que su ama hacia sin correr el peligro de recibir un golpe.

Estaba acompañado de tarros llenos de ojos, lagartijas, insectos y otras sustancias que no hubiera sabido diferenciar. Tras darle un par de golpes con la zarpa al tarro de las lagartijas se acomodó junto a una gran telaraña en la que descansaba su tejedora, grande y oscura.

Comenzó a acicalarse cuando su dueña consiguió encender el fuego, se dirigió a la mesa y abrió el saco, en el había un muchacho, maniatado y con los ojos vendados, la mujer le destapó los ojos y comenzó a pegarle en los mofletes y a gritarle.

- ¡Vamos niño! ¡Te necesito despierto!

Cuando el muchacho abrió los ojos y se dio cuenta de donde estaba le entró el pánico, intentó patalear y gritar, pero todo era inútil. La anciana lo bajó de la mesa al suelo, después abrió el códice y pasó las hojas hasta llegar a una que pareció complacerla. Comprobó que el agua comenzaba a humear y empezó a buscar tarros en las estanterías. A la vez que los abría y echaba parte de su contenido en la marmita.

- Dos lagartijas de cola azul, un ojo de tritón, una pizca de mandrágora y dos de Lavanda, una cucharada de manzanilla, dos de sal, una pizca de polvo de esmeralda… La anciana iba enumerando las cosas que iba poniendo en la marmita mientras de vez en cuando volvía al libro para comprobar si estaba en lo cierto.

- Ya sólo falta una cosa y luego me encargaré de ti, mi querido niño.- La anciana sonrió al muchacho con una dentadura blanca y perfecta.- ¿Dónde estará ese condenado gato?

La mujer cogió un gran cuchillo y lo escondió en su manga, con la otra mano sacó un poco de atún seco y después miró alrededor de la sala hasta encontrarle, volvió a sonreír y comenzó a llamarlo.

- Ven gatito, ven con mama, ¿No quieres un poco de pescado?

En otras circunstancias no hubiera dudado mucho en bajar ante semejante festín, pero su instinto le advirtió de que algo no iba bien, su ama nunca había sido amable con él y menos había interrumpido uno de aquellos rituales para ofrecerle mimos y atenciones. Él retrocedió hasta toparse con el muro.

- ¿Vamos a tener que hacer esto por las malas?

La sonrisa de la anciana desapareció y tiró el trozo de pescado, sin pensárselo dos veces comenzó a escalar el armario. Cuando la vio comenzó a bufar y cuando ella estiró el brazo para tratar de capturarlo, él la esquivó y saltó al siguiente armario, tirando por su camino todos los tarros que encontraba, la anciana comenzó a gritar mientras los botes se hacían añicos al llegar al suelo.

Cuando no encontró más salida tuvo que saltar al suelo, entonces la anciana comenzó a perseguirlo empuñando su gran cuchillo, trató de subir las escaleras para escapar pero la puerta estaba cerrada, la mujer parecía tenerlo acorralado, pero de un rápido movimiento consiguió escabullirse entre sus piernas, aunque no pudo evitar un pequeño corte en su lomo.

La anciana maldijo y bajo de nuevo a la carrera, él se subió a la mesa de un salto, la mujer le lanzó otro tajo pero el consiguió dar un salto hasta el borde de la marmita en la que se mantuvo en equilibrio, la vieja se lanzó hacia él tropezando, el gato consiguió esquivarla saltando al lado contrario de la marmita.

La mujer hundió el chuchillo en el agua hirviendo y dio un grito, en ese momento él salto sobre la coronilla de la cabeza de la anciana y su peso fue suficiente para hundir durante un instante su cabeza en la olla.

Ella la levantó tan enérgicamente y con tales gritos que él salió volando y cayó al suelo.

- ¡Ciega! ¡Me has dejado ciega maldito animal! ¡Lo vas a pagar caro, te lo juro!

Escondido debajo de la mesa vio como el niño se había conseguido hacer con un trozo de los cristales rotos y comenzaba a liberarse, una vez de pie agarró fuertemente uno de los armarios y esperó a que la anciana pases junto él, en ese momento el armario cayó sobre ella con estruendo y quedó paralizada.

Sin perder un momento el niño corrió hacia la salida y abrió la trampilla, él lo siguió de cerca. Durante unos segundo ambos se miraron no sin cierto temor, el niño le dijo algo.

- ¡Muchas gracias!

Tras esto se dirigió a la puerta y la abrió comenzando a pedir auxilio, él volvió a su ventana y comenzó a lamerse la herida sin ser consciente realmente de lo que su vida había cambiado.

Victor M.R. Cañamero

Obra registrada, no permitido su uso comercial, permitida su difusion y distribución (no comercial) siempre que se cite al autor

10 comentarios:

Manuel Oscar dijo...

Esta historia me ha encantado, incluso el final. Lo que pasa es que escribes "hoya" en vez de "olla" y eso me obliga a votar que no sólo Naranjito merece la muerte...

ana ca_sa dijo...

¡Un cuento a lo Hansel y Gretel!
Me gusta que el protagonista sea un gato y que tenga final feliz.
Aunque, bueno, a ver quien acoge ahora al gato y le da de comer... de todas formas mejor que muerto si estará ¿no? Lo que no parece es que vaya a tener el reconocimiento que merece o quizás sí. Lo mismo el niño lo cuenta, se queda con el gato, la prensa se hace eco de la noticia...

ana ca_sa dijo...

Sólo otra cosa, laVanda con V de Víctor.

dapita dijo...

Muy chulo majete, si le hubieras dotado de descripciones mas bizarras y siniestras, hubiese sido una gran obra a lo POE.

Bueno victor sigue escribiendo con faltas..., forma parte de tu stylo, ejjee.

Aupa el gato...

Fins a l'infinit dijo...

a mi también me ha gustado el hecho de que todo fuera desde el punto de vista del gato

Anónimo dijo...

pobre viejecita!!!!!!!!!!pero como puedes ser tan siniestro!!!tas pasao...esto no se lo puedo leer a mi niño...la pobre vieja ciega...k solo keria dar de comer al desvalido niño.......como eres victor...me horrorizas con tu maldad...tapias

Anónimo dijo...

Si... eres muy siniestro... pobre anciana... lo que tiene que sufrir para hacerse una cena medio decente... A esas edades no debe ser bueno correr tanto...

_María_

Anónimo dijo...

Ah jajaja jajajaja ... pues claro!!!! ... Porque no puede comerse la vieja a los niños/as??

Total, ahora que estamos en crisis, seguro que ese niño acaba en la delincuencia! xDD ... Si le estaba haciendo un favor al chaval!!

Es como te dicen los padres: ¡Si lo hacemos por tu bien, ya me lo agradeceras cuando seas mayor! (solo que en este caso se lo agradecera cuando sea un asado, en vez de mayor) xDDDD

Victor dijo...

Doy toda la razon a JoZe (anonimo), Maria y Sergio, pobre viejecita, pero como se me ocurre....

Soy un desalmado, un ser malvado del aberno que disfruta con su sadismo jajajaja.

Bueno, espero que os gustara, aunque ya tenga tres votos negativos (espero que sea solo por la coña que puse de lo del cesped xD)

Un saludo

Anónimo dijo...

No tiene sentido... Una bruja no se come a su gato!! >_<

Por lo demas me ha gustado, aunque siendo Halloween hubiera preferido que ganase la bruja :P